sábado, 1 de marzo de 2008

A Graú (1834-1879)


Tristes pensamientos le abrumaban,
presagios de una pronta partida,
en su mente creaba sueños vagos,

de que algo terrible sucedería.
señales póstumas divagaban,
oscuros fantasmas,
amenazantes, poderosas, inmortales,
ellas murmuraban, palabras de muerte,
el final de la travesía, sin embargo
él, en la profundidad de su alma,
aquello comprendía,
el inevitable y amargo final,
que algún día llegaría.
Más, preocupado estaba aquel,
porque fuera con honor, con valentía,
ningún temor residía en su ser,
ninguna queja, nada de rencor,
solamente el cumplir con su deber,
era lo único que él anhelaba.
Graú, héroe de heroes,
¡aquel triste día en que lloramos tu partida!
más, creo en el fondo de mi ser,
que fue como tu lo querías,
sin dolor, sin agonía,
cual ráfaga de viento que,
hacia la gloria eterna te llevaría,
nunca arriaste bandera,
siempe diste cuartel,
caballeroso comandante,
hombre, amigo y esposo fiel,
seguro estoy que Dios, justo juez,
a un hombre como tú sin par,
el cielo y la gloria hubo de darle,
sin pensar.

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